El desarrollo de la inteligencia emocional debe considerarse un pilar de la educación. Solo puede ser aprendido lo que llama la atención y genera emoción, lo que es diferente y sobresale de la monotonía.
Las emociones, junto con los pensamientos, condicionan nuestra conducta, y es por ello que conocer las emociones, comprenderlas y controlarlas constituye la clave de la felicidad. Hay que partir de la expresión de sentimientos para lograr un autoconocimiento que desarrolle la autonomía y una autoestima positiva.
La educación en valores sería el resultado del proceso educativo en el que partimos de la observación de la realidad, después del reconocimiento de las emociones que les suscita esa realidad, hasta la posterior reflexión y, por último, llegamos a la decisión de actuar de una forma u otra.
Comenzaremos trabajando con nuestros alumnos valores personales, como la autoestima, el respeto, la responsabilidad… para después pasar a valores más sociales, como el diálogo, la colaboración, la empatía, la solidaridad, la tolerancia, el trabajo cooperativo, el perdón, el amor a los demás, la ayuda, compartir…
Les ayudamos a descubrir sus emociones y gestionarlas en relación con los otros, al tiempo que aprenden otras habilidades sociales para una buena convivencia.
Nuestra escuela está abierta a las familias y disfruta de su participación activa en el proceso de aprendizaje de sus hijos/as, porque son una parte fundamental de nuestra Comunidad Educativa y pensamos que es muy importante su presencia, implicación y participación en el proceso educativo. Mantenemos una comunicación continua y directa para un buen seguimiento del proceso educativo de sus hijos/as, con entrevistas, reuniones, charlas… También compartimos momentos dentro del aula, a través de talleres, proyectos, cuentacuentos, fiestas… donde niños/as, padres y profesores disfrutamos y crecemos juntos.